El caos y la tragedia se apoderan del sudeste asiático tras un devastador terremoto de magnitud 7,7 que sacudió Myanmar y Tailandia el viernes. El impacto ha sido demoledor, dejando un saldo de más de 1.000 muertos confirmados y miles de heridos, mientras los equipos de rescate luchan contra el tiempo en busca de sobrevivientes.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) advierte que la cifra de fallecidos podría superar los 10.000 debido a la poca profundidad del sismo y la fragilidad de las infraestructuras en la región. En Myanmar, la junta militar ha reportado hasta ahora 1.002 víctimas fatales y más de 2.376 heridos, aunque se teme que estos números sigan en aumento. En Tailandia, la situación también es crítica, con seis fallecidos y cientos de desaparecidos, tras el derrumbe de un rascacielos en construcción en Bangkok.
Brigadas de rescate trabajan sin descanso, usando drones y perros especializados para ubicar a los atrapados bajo los escombros. La labor es compleja y peligrosa, ya que las estructuras continúan colapsando y ponen en riesgo tanto a las víctimas como a los rescatistas. En Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar, la devastación es generalizada, con edificios, carreteras y puentes reducidos a escombros.
«La imagen es terrorífica», relatan testigos, describiendo escenas de desesperación donde la gente corre entre gritos y llantos. El Hospital General de Mandalay ha sido gravemente dañado y se encuentra colapsado ante la cantidad de heridos. «Nunca había experimentado algo así», confiesa un rescatista, quien también confirma que la falta de recursos dificulta la atención a las víctimas.
Ante la magnitud del desastre, el líder de la junta militar, Min Aung Hlaing, ha solicitado ayuda internacional en un gesto inusual, ya que su gobierno suele mantenerse al margen de la comunidad internacional. Las comunicaciones y el suministro eléctrico han colapsado en las principales ciudades de Myanmar, lo que complica aún más la coordinación de los operativos de rescate.
El terremoto se originó en la falla de Sagaing, un punto de alta actividad sísmica entre las placas tectónicas de India y Eurasia. Minutos después del primer impacto, una réplica de magnitud 6,7 sacudió la zona, seguida de otras 14 sacudidas significativas. La onda expansiva se sintió en países vecinos como Laos, Vietnam, Bangladés y hasta en el suroeste de China.
Myanmar enfrenta esta catástrofe en un contexto de inestabilidad política y social. Desde el golpe de Estado en 2021, el país está sumido en el caos, con amplias zonas controladas por grupos opositores al régimen militar. Esta situación podría dificultar el acceso a la ayuda humanitaria, haciendo que la tragedia alcance proporciones aún mayores.
El rescate y la reconstrucción serán titánicos. Mientras tanto, el mundo observa con atención el drama que se desarrolla en Myanmar y Tailandia, donde cada minuto cuenta en la búsqueda de sobrevivientes y la atención a los damnificados.