Estados Unidos ha dado un golpe sobre la mesa del comercio internacional. El presidente Donald Trump anunció la imposición de aranceles «recíprocos», argumentando que es una respuesta directa a las prácticas comerciales injustas que han afectado a su país durante décadas. La medida impacta a decenas de naciones, incluyendo algunas de las principales economías del mundo.
Desde la Casa Blanca, Trump proclamó el «Día de la Liberación» económica de Estados Unidos, justificando que la política arancelaria busca equilibrar las cargas comerciales. Con efectos escalonados, los nuevos gravámenes establecen un mínimo del 10% sobre todas las importaciones desde este 5 de abril, mientras que el 9 de abril se aplicarán aranceles específicos a determinados países. Algunas de las cifras más notables incluyen un 20% a la Unión Europea y un 34% a China. Sin embargo, México y Canadá, socios del tratado comercial T-MEC, quedan exentos de esta ola de ajustes.
Los automóviles fabricados en el extranjero también sufren el impacto inmediato con un arancel del 25%, una medida que busca revivir la industria automotriz estadounidense. Trump sostiene que es una respuesta a las barreras que países como Japón y Corea del Sur han impuesto a los vehículos de fabricación estadounidense. “Nos cobran, les cobramos. ¿Cómo puede alguien molestarse?”, declaró el presidente al explicar su postura.
Las reacciones no se hicieron esperar. Ken Rogoff, ex economista jefe del FMI, calificó la medida como «una bomba nuclear sobre el sistema comercial global» y estimó que hay un 50% de probabilidades de que EE.UU. caiga en recesión. Olu Sonola, de Fitch Ratings, afirmó que la tasa arancelaria sobre todas las importaciones se ha multiplicado por diez, alcanzando el 22%, un nivel no visto en más de un siglo.
Desde Europa hasta Asia, las críticas son contundentes. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, alertó sobre el riesgo de una guerra comercial que debilitaría a Occidente. En Suiza, la presidenta Karin Keller-Sutter aseguró que su gobierno responderá de inmediato. Mientras tanto, en Australia, el primer ministro Anthony Albanese acusó a la administración Trump de «contradecir la base de la alianza entre nuestras naciones».
El impacto en América Latina también es considerable. Salvo México, todos los países de la región recibirán un arancel mínimo del 10%, con excepciones como Nicaragua y Venezuela, que enfrentarán tasas del 18% y 15% respectivamente. Según la Casa Blanca, estos ajustes buscan contrarrestar prácticas desleales y estimular la manufactura estadounidense, generando una recaudación estimada de 600.000 millones de dólares anuales.
El anuncio también sacudió los mercados. Empresarios y analistas advierten sobre un posible aumento en los costos de vida para los estadounidenses y una reducción en la demanda global. Organizaciones como la Confederación de la Industria Británica consideran que el proteccionismo de Trump podría provocar la caída de pedidos y el encarecimiento de productos.
En este nuevo escenario comercial, la incertidumbre marca la pauta. La posibilidad de represalias arancelarias por parte de otros países podría desencadenar efectos imprevistos, con consecuencias a largo plazo para la economía global. Mientras algunos defienden la postura de Trump como un necesario reajuste económico, otros advierten que las tensiones comerciales podrían llevar a una desaceleración global. Lo que sí es un hecho es que el mundo está atento a las próximas reacciones y movimientos en el tablero de la economía internacional.