Una tendencia sorprendente impulsa la recuperación de los cultivos de aguacate en California: las importaciones desde México. Lejos de ser una amenaza, los frutos que cruzan la frontera han contribuido a fortalecer el consumo interno y mantener la demanda durante todo el año.
En las colinas soleadas del noroeste de Los Ángeles, el productor Andreas Tompros reconstruye con decisión su huerto de aguacates, tras perder un tercio de su terreno en un incendio forestal. Este agricultor, exempresario del sector tecnológico, está convencido de que su inversión seguirá dando frutos. Al igual que él, decenas de productores californianos consideran que la clave del éxito está en seguir apostando por el aguacate, incluso si llega de fuera.
En 1997, Estados Unidos levantó la prohibición sobre los aguacates mexicanos, y desde entonces, la industria ha cambiado radicalmente. Lo que parecía una amenaza se convirtió en un catalizador. La llegada constante de fruta importada estabilizó el mercado, convirtió al aguacate en un alimento de consumo regular y no solo en un producto de temporada, y propició un incremento sostenido en su demanda.
El consumo per cápita de aguacate en Estados Unidos se ha triplicado desde el año 2000. Hoy, más de la mitad de los hogares estadounidenses los compran regularmente, mientras platos como la tostada de aguacate y el guacamole se han afianzado tanto en cafeterías urbanas como en restaurantes de pueblos del centro-sur del país.
Este crecimiento tiene impulso institucional. Desde la creación en el año 2000 de la Junta del Aguacate Hass, financiada por aportaciones de productores e importadores, el marketing y la investigación nutricional han posicionado a este fruto como símbolo de salud y modernidad. Expertos como Richard Sexton, de la Universidad de California, destacan el éxito de esta estrategia, que ha generado más ingresos y crecimiento que otras iniciativas similares en la industria alimentaria.
Los productores locales representan cerca del 10% del consumo nacional y abarcan prácticamente toda la producción doméstica. La temporada californiana va de abril a septiembre, mientras que los aguacates mexicanos abastecen el mercado el resto del año, complementando la oferta. Esta sinergia resulta vital para mantener estable la cadena de suministro.
En el sur del estado, agricultores antes dedicados a los limones han empezado a plantar aguacates. En viveros como el de Rob Brokaw, la demanda de árboles es tan alta que la disponibilidad ya está comprometida hasta 2026.
Las amenazas siguen latentes. Los incendios forestales no dan tregua y obligan a los productores a tomar medidas, como plantar lejos de sus viviendas o mejorar el manejo del suelo. Aun así, la apuesta por el aguacate se mantiene firme, guiada por un consumo creciente y una rentabilidad difícil de igualar con otros cultivos.
California vive una segunda primavera verde. Alimentada por la pasión de sus agricultores, fortalecida por la colaboración con México y sostenida por el gusto de millones de estadounidenses, la industria del aguacate avanza con raíces cada vez más profundas.