La justicia francesa ha dado un golpe histórico al confirmar una condena definitiva contra el expresidente Nicolas Sarkozy por corrupción y tráfico de influencias. Con una sentencia de un año de arresto domiciliario y la obligación de portar un brazalete electrónico, el exmandatario se convierte en el primer jefe de Estado en la historia de Francia en cumplir una pena de este tipo.
El fallo del Tribunal Supremo, anunciado este miércoles, pone fin a una batalla legal de años derivada del llamado «caso Bismuth». Las escuchas telefónicas revelaron que Sarkozy, junto con su abogado, intentó sobornar a un magistrado para obtener información confidencial a cambio de una influencia en su favor. Esta cadena de eventos terminó por poner al otrora influyente líder de la derecha en el banquillo de los acusados.
Si bien el expresidente Jacques Chirac también fue condenado en su momento, su pena fue exenta de cumplimiento efectivo. Por el contrario, Sarkozy, a sus 69 años, deberá cumplir con esta sanción a pesar de los esfuerzos de sus abogados por llevar el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La estrategia no evitará que el brazalete electrónico sea una realidad para él en cuestión de semanas.
Este escándalo representa más que una mancha en la carrera de Sarkozy. Es el símbolo de una caída que comenzó tras su salida del Palacio del Elíseo en 2012. Pese a estar alejado de la política activa, su influencia sobre la derecha francesa y su cercanía con el actual presidente, Emmanuel Macron, siguen vigentes. Sin embargo, su imagen pública está cada vez más empañada por una agenda judicial cargada de acusaciones.
El horizonte no se aclara para el exmandatario. El próximo 6 de enero enfrentará otro juicio por la presunta financiación ilícita de su campaña presidencial de 2007 con dinero proveniente del régimen libio de Muamar Gadafi. De ser hallado culpable, podría recibir una pena de hasta 10 años de prisión.