En una movida que mezcla simbolismo político y tensiones internacionales, el estado de Florida ha dado un primer paso para referirse oficialmente al Golfo de México como el “Golfo de América”. Este nuevo término, promovido por el presidente Donald Trump durante su discurso inaugural, apareció en una orden ejecutiva del gobernador Ron DeSantis, generando controversia tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
La noche del 20 de enero de 2025, mientras Trump celebraba su segunda investidura como presidente, DeSantis emitió una orden ejecutiva declarando el estado de emergencia por una tormenta invernal que afectaría el norte de Florida. Sin embargo, lo que más llamó la atención no fueron las medidas de emergencia, sino la inclusión del término “Golfo de América” en el documento. La orden detallaba cómo una baja presión en esta región interactuaría con el aire ártico, provocando intensas nevadas y acumulación de hielo en el Panhandle de Florida.
El uso del nuevo término no pasó desapercibido. Analistas consideran que DeSantis busca fortalecer su vínculo político con Trump y su base de seguidores. Aunque el gobernador se adelantó al gobierno federal al utilizar este nombre, su adopción no tiene carácter vinculante fuera del estado. La Organización Hidrográfica Internacional (IHO), encargada de regular la nomenclatura de mares y océanos, aún reconoce oficialmente el nombre «Golfo de México».
El presidente Trump expresó su intención de renombrar el Golfo de México como parte de una agenda que resalta el poder e influencia de Estados Unidos en el mundo. Sin embargo, México y Cuba, que también comparten costas con esta región, no han dado señales de aceptar el cambio. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, reaccionó irónicamente, sugiriendo que Estados Unidos podría llamarse “América Mexicana” si el nombre del golfo fuese alterado unilateralmente.
El Golfo de México ha sido conocido por ese nombre durante más de 400 años, desde que exploradores europeos lo registraron en mapas del siglo XVI. Sin embargo, en épocas anteriores también fue llamado “Golfo de Nueva España” durante el periodo colonial. Este cuerpo de agua, que conecta las costas de México, Estados Unidos y Cuba, abarca más de 1.6 millones de kilómetros cuadrados y es crucial para la producción global de petróleo y gas natural.
La polémica no solo ha generado tensión internacional, sino también críticas dentro de Estados Unidos. Políticos y figuras públicas han cuestionado la necesidad y utilidad de este cambio, señalando que podría desviar la atención de problemas más urgentes. La exprimera dama Hillary Clinton, por ejemplo, reaccionó con escepticismo y humor ante el anuncio.
Aunque Trump parece decidido a dejar su marca geográfica, el cambio de nombre enfrenta numerosos desafíos diplomáticos y técnicos. Mientras tanto, el término “Golfo de América” permanece como una curiosidad en documentos oficiales de Florida, avivando el debate sobre identidad nacional, poder y memoria histórica. La historia del Golfo de México, o de América, no solo es un relato de geografía, sino también de política, identidad y poder.