Gracias: El último recorrido de un pontífice que nunca dejó de estar cerca de su pueblo

Gracias: El último recorrido de un pontífice que nunca dejó de estar cerca de su pueblo

En medio de los aplausos, las miradas emocionadas y una plaza colmada de fieles, el papa Francisco vivió su último encuentro con el mundo. Consciente del peso de su presencia, el pontífice, de 88 años, decidió recorrer por última vez la Plaza de San Pedro a bordo del papamóvil, en lo que se convirtió en un gesto profundamente simbólico. Acompañado por su inseparable asistente sanitario, Massimiliano Strappetti, Francisco pronunció una frase que quedará marcada en la historia: «Gracias por traerme de nuevo a la Plaza.»

El momento se dio luego de la bendición Urbi et Orbi, cuando el papa pidió recorrer la explanada entre miles de personas. Fue Strappetti quien lo animó a hacerlo, según relatan medios vaticanos. La imagen del pontífice, frágil pero decidido, saludando a los presentes mientras cruzaba lentamente la Plaza de San Pedro, cerró un ciclo cargado de entrega, humanidad y cercanía.

La tarde de ese domingo transcurrió en calma. Francisco descansó tras su participación pública y compartió una cena tranquila. No se registraron señales alarmantes en ese momento. Fue durante la madrugada del lunes cuando todo cambió. De acuerdo con Vatican News, cerca de las 5:30 a.m. comenzaron los primeros síntomas. Rápidamente, los encargados de su cuidado actuaron ante lo que resultó ser un ictus.

El papa cayó en coma poco después de despedirse de Strappetti. Según testimonios cercanos recogidos por el periodista Salvatore Cernuzio, todo sucedió de forma repentina y sin sufrimiento. El pontífice, acompañado hasta el final, partió en silencio, en su apartamento del segundo piso de Casa Santa Marta.

La relación entre Francisco y su asistente sanitario había sido fundamental desde años atrás. Strappetti, el enfermero que lo acompañó durante su hospitalización en el Policlínico Gemelli y en su recuperación posterior, fue quien le sugirió en 2021 la operación de colon que el papa aceptó sin dudar. Aquella decisión, como reconoció públicamente el mismo Francisco, le salvó la vida.

Durante los 38 días que el pontífice pasó hospitalizado, y también en los meses de convalecencia, Strappetti estuvo presente las 24 horas del día. Su compañía se volvió esencial, no solo en el plano médico, sino en lo humano. Fue él quien entendió el deseo del papa de no alejarse de la gente, de permanecer entre los suyos, incluso en sus días más complejos.

La última imagen pública de Francisco, a bordo del papamóvil, se convirtió en un mensaje poderoso. No hubo discursos ni grandes gestos. Solo la mirada cálida de un hombre que quiso estar una vez más entre su pueblo, acompañado del afecto de quienes siempre lo siguieron.

Francisco se despidió con sencillez, fiel a su estilo. La frase dedicada a su asistente fue más que un agradecimiento: fue el cierre de una historia marcada por la cercanía, la entrega y la convicción de que el deber del pastor está en caminar con su rebaño, incluso cuando las fuerzas empiezan a flaquear. Una despedida serena, en paz, fiel al mensaje de toda una vida.

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