La Capilla Sixtina fue escenario de un momento cargado de solemnidad y simbolismo. Este miércoles, tras varias horas de espera y bajo una atmósfera de reverente silencio, el humo negro que emergió de la chimenea del Vaticano dejó claro que aún no hay nuevo papa. La elección más esperada por más de 1.400 millones de fieles sigue sin resolverse.
Miles de personas, congregadas en la Plaza de San Pedro, observaron atentos el conducto por donde debía salir el indicio visual. El retraso del humo elevó la tensión. Pasaron más de tres horas desde que comenzó el cónclave, y fue solo entonces cuando se confirmó lo que muchos preveían: la primera votación concluyó sin éxito. El precedente más reciente, en 2013, tardó una hora menos en mostrar su primera señal.
En esta jornada de rituales ancestrales y simbolismo profundo, los 133 cardenales electores —todos menores de 80 años— prestaron juramento de secreto perpetuo antes de iniciar las deliberaciones. Caminando lentamente hacia la Capilla Sixtina, bajo la mirada del imponente Juicio Final de Miguel Ángel, cumplieron con una tradición que se remonta a siglos. Al escuchar el “Extra omnes!” del arzobispo Diego Ravelli, las puertas se cerraron de golpe, sellando el recinto y dando inicio al proceso más reservado de la Iglesia.
Aunque el miércoles solo se celebró una votación, a partir del jueves podrán llevarse a cabo hasta cuatro por día. Se requiere una mayoría de dos tercios —89 votos en esta ocasión— para ungir a un nuevo pontífice. Mientras tanto, los cardenales pasarán la noche en una casa de huéspedes del Vaticano, sin contacto con el mundo exterior, salvo por el ya emblemático humo: negro si no hay resultado, blanco si hay un nuevo papa.
La expectativa gira también en torno a la figura que surgirá de este cónclave. Los nombres más mencionados hasta ahora incluyen a Pietro Parolin (Italia), Luis Antonio Tagle (Filipinas), Jean-Marc Aveline (Francia), Peter Erdo (Hungría), Robert Prevost (EE. UU.) y Pierbattista Pizzaballa (Italia). Sin embargo, ningún favorito claro ha surgido, y los votos podrían reagruparse según afinidades doctrinales, culturales o lingüísticas.
Durante la misa matutina celebrada en la Basílica de San Pedro, el cardenal Giovanni Battista Re exhortó a sus colegas a dejar de lado intereses personales y pensar únicamente en el bien de la Iglesia y del mundo. Reafirmó que “la unidad no significa uniformidad”, invitando a buscar una comunión profunda en la diversidad.
Este cónclave refleja el alcance global de la Iglesia. Participan cardenales de 70 países, frente a los 48 del cónclave de 2013. Muchos de los actuales electores fueron nombrados por el papa Francisco, lo que podría inclinar la balanza hacia una continuidad en su visión reformista.
La mirada del mundo permanece fija en el Vaticano. La decisión que emerja no solo marcará el rumbo espiritual de millones, sino que también tendrá eco en las dinámicas sociales, culturales y políticas del planeta. El humo blanco aún no aparece, pero la historia está en marcha.