El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reafirmó su postura en contra de la fabricación de automóviles fuera de su país, enviando un mensaje contundente a la industria automotriz. Su objetivo es claro: que las compañías produzcan directamente en suelo estadounidense.
«No deseo autos fabricados en Canadá, no deseo autos fabricados en México», declaró el mandatario. Aunque reconoce que la producción actual ha sido beneficiosa, insiste en que el futuro de la industria debe centrarse en su propio mercado.
Actualmente, México alberga tres plantas automotrices de gran importancia, pero los beneficios fiscales y laborales de estas operaciones quedan fuera del alcance de Estados Unidos. En este contexto, Trump celebró la decisión de Honda de trasladar la producción de su Civic híbrido de próxima generación a Indiana, un cambio que refuerza su visión de fortalecer el sector dentro del país.
La industria automotriz estadounidense recibirá una inversión de 4 billones de dólares, según adelantó Trump. Esta cifra subraya el compromiso de su administración por incentivar la manufactura nacional y reducir la dependencia de la producción extranjera.
Sobre los aranceles impuestos al sector automotriz, el mandatario dejó en claro que habrá cierto margen de «flexibilidad» en su aplicación, aunque el principio básico será la reciprocidad. Autoridades de distintos países han solicitado exenciones, pero Trump se mantiene firme en su postura: si se concede a uno, deberá aplicarse a todos.
Con estas declaraciones, la industria automotriz enfrenta un panorama desafiante, en el que las empresas deberán evaluar sus estrategias de producción para alinearse con las nuevas políticas de la Casa Blanca. Mientras tanto, México y Canadá ven amenazada una de sus industrias clave, con consecuencias que podrían repercutir en toda la economía regional.