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Vacío en las urnas refleja el rechazo masivo a las elecciones regionales impulsadas por el chavismo

Vacío en las urnas refleja el rechazo masivo a las elecciones regionales impulsadas por el chavismo

La jornada electoral de este 25 de mayo en Venezuela concluyó con un retrato claro de la situación política y social del país: centros vacíos, calles en silencio y una abstención que desbordó cualquier cálculo. A pesar de los esfuerzos del régimen para mostrar una aparente participación, la realidad registrada por medios, ciudadanos y organizaciones opositoras evidenció un rechazo frontal al proceso convocado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el oficialismo.

El presidente del CNE, Elvis Amoroso, informó la extensión del horario de votación hasta las 7:00 p.m. o hasta que culminaran las filas en los centros. En una escueta aparición televisiva, Amoroso afirmó que aún había “numerosos” votantes esperando, aunque las imágenes mostraban todo lo contrario. La decisión fue tomada por los rectores del organismo como una medida de “garantía” para quienes, según su versión, aún querían participar.

Sin embargo, la firma Meganálisis registró una participación nacional apenas superior al 12%. Este porcentaje contrasta drásticamente con el 59% de participación en las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, donde el triunfo de Edmundo González Urrutia marcó un punto de inflexión en la política venezolana. Aquella jornada fue reconocida por millones como un acto de dignidad. Esta, en cambio, fue retratada como una puesta en escena sin audiencia.

El ambiente fue desolador. En distintos centros de votación, no se escucharon las cornetas del oficialismo ni se vieron las típicas brigadas del PSUV movilizando votantes. En cambio, predominó el silencio. En muchas escuelas habilitadas para votar, la única presencia visible fue la de militares apostados tras cintas amarillas de seguridad, sin ciudadanos que custodiar.

Desde la oposición, la estrategia fue clara: boicotear la jornada. María Corina Machado, líder opositora, había llamado a no participar con mensajes firmes y repetidos. “Vacía las calles, vacíalos”, dijo. Edmundo González Urrutia respaldó esta actitud y declaró que lo ocurrido no fue una elección, sino un intento de disfrazar la continuidad de un régimen que no cuenta con respaldo popular.

En Barinas, cuna del chavismo, las postales fueron igual de elocuentes: escuelas sin colas, murales desgastados del expresidente Chávez y espacios donde solo se reflejaba la ausencia. Las cifras se confirmaron en cada región. Según sondeos adicionales, más del 80% de los ciudadanos decidió no participar, no por apatía, sino como un acto consciente de rechazo. La abstención dejó de ser indiferencia para convertirse en resistencia activa.

La jornada se dio en medio de un contexto represivo. En las semanas previas, la Operación Tun Tun desató una ola de detenciones contra líderes políticos, periodistas y defensores de derechos humanos. La oposición denunció más de 70 detenciones arbitrarias, entre ellas la de Juan Pablo Guanipa, aliado cercano de Machado. La represión no logró reactivar una jornada que, desde su origen, cargaba con el peso de la ilegitimidad.

La infraestructura electoral también fue modificada para restringir la transparencia. Se eliminaron los códigos QR en las actas de votación, se bloqueó la observación internacional y el aparato institucional quedó completamente bajo control del chavismo. A pesar de todo esto, el poder no logró movilizar al país.

Este 25 de mayo quedará en la memoria colectiva como una jornada de ausencia masiva. En cada centro vacío se reflejó una sociedad que eligió no convalidar un proceso que ya no representa ningún tipo de elección real. La gente no votó, pero habló. Y su mensaje retumbó más fuerte que cualquier megáfono partidista: el futuro de Venezuela no pasa por la farsa.

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