El huracán “John”, que comenzó como una tormenta tropical aparentemente controlada, se convirtió en una tragedia imprevista para el sur de México. Este ciclón, que se esperaba tocara tierra en Chiapas y se degradara a una simple depresión, cambió repentinamente su curso y fuerza, transformándose en un huracán categoría 3. El resultado ha sido catastrófico, con 22 personas fallecidas y decenas de comunidades afectadas.
El estado de Guerrero ha sido el más afectado, con 18 de las 22 víctimas confirmadas hasta el momento. La tormenta desató lluvias torrenciales que provocaron deslizamientos de tierra, deslaves y el colapso de varias estructuras. Una de las tragedias más impactantes ocurrió en la colonia Lázaro Cárdenas de Acapulco, donde tres personas murieron sepultadas por un deslave. Entre las víctimas, una mujer de 88 años quedó atrapada bajo toneladas de tierra, mientras que su nieto logró ser rescatado con vida gracias a la intervención de vecinos.
José Luis Estrada, un residente de la zona, narró el horror que vivió durante el colapso: “Todo un andador se vino abajo. Nunca había visto algo así. Escuchamos un estruendo y luego ya no había casas, solo lodo y piedras”. La desesperación y el miedo se apoderaron de los vecinos, quienes intentaron auxiliar a los atrapados a pesar del peligro inminente.
En Oaxaca, las autoridades confirmaron la muerte de tres personas, entre ellas un menor de edad que fue arrastrado por la corriente. El gobernador Salomón Jara declaró el estado de emergencia en varias regiones, mientras los equipos de rescate continúan buscando a posibles desaparecidos.
En Michoacán, el caso más triste ha sido el de un niño de cuatro años que cayó al río Grande en Morelia, cuando el caudal del río alcanzó niveles alarmantes debido a las lluvias continuas. A pesar de los esfuerzos de los rescatistas, el pequeño no pudo ser salvado.
Mientras la devastación seguía su curso, los servicios de emergencia, junto con civiles, unieron fuerzas para rescatar a personas atrapadas en sus casas. Prestadores de servicios náuticos en la Zona Diamante de Acapulco utilizaron lanchas y motos acuáticas para evacuar a decenas de personas incomunicadas. Ismael Pérez, un trabajador de la construcción, fue uno de los rescatados junto con sus dos tíos. “El agua empezó a subir rápido y, en un momento, ya nos llegaba a la cintura. Tuvimos que refugiarnos en la casa de un vecino”, relató.
Sin embargo, no todo ha sido solidaridad. En algunas zonas de Acapulco, como Puerto Marqués, se reportaron saqueos en tiendas de autoservicio y conveniencia, a pesar de la presencia de la Guardia Nacional y la Marina. “La gente está desesperada. No solo es el agua, es que no hay alimentos ni luz”, comentó un testigo.
Aunque “John” se ha degradado a una baja presión remanente en Michoacán, su rastro de destrucción aún persiste. Las autoridades continúan evaluando los daños, y la cifra de muertos podría aumentar en los próximos días. Lo que comenzó como una simple tormenta tropical se convirtió en un desastre de grandes proporciones, dejando a su paso un dolor profundo en las comunidades afectadas.