El Papa Francisco, de 88 años, atraviesa uno de los momentos más delicados de su salud. Hospitalizado desde hace más de una semana en Roma, el líder de la Iglesia Católica ha enfrentado una fuerte crisis respiratoria que lo ha dejado en estado «crítico». Los reportes del Vaticano confirman que el pontífice sufrió una crisis asmática severa y tuvo que recibir oxígeno de alto flujo para estabilizarse. Además, ha necesitado transfusiones de sangre para combatir la anemia que lo aqueja.
A pesar de su frágil estado, Francisco ha demostrado una fortaleza impresionante. Se mantiene alerta, aunque con más dolor que en días anteriores, y ha pasado la mayor parte del tiempo en un sillón en su habitación del hospital Gemelli. Su tratamiento contra la neumonía sigue en curso, y aunque los médicos han descartado un riesgo inmediato de muerte, advierten que su recuperación será lenta y necesitará cuidados especiales.
No es la primera vez que Francisco enfrenta problemas de salud. Desde joven, ha sido vulnerable a las infecciones respiratorias tras la extirpación de parte de un pulmón debido a una neumonía severa. En los últimos años, también ha pasado por cirugías intestinales, episodios de bronquitis y hasta algunas caídas que lo han debilitado. Sin embargo, su espíritu inquebrantable lo mantiene en pie y trabajando incluso desde su hospitalización.
Mientras el Papa lucha por su salud, el mundo entero reza por él. En Roma, Argentina, Filipinas y muchos otros países, los fieles se han reunido en iglesias y plazas con velas encendidas y rosarios en mano, pidiendo por su pronta recuperación. Las muestras de afecto han sido conmovedoras: desde cartas y dibujos hechos por niños hasta turistas dejando mensajes de esperanza en la Basílica de San Pedro.
El destino del pontífice sigue siendo incierto, pero una cosa es segura: su legado ya está marcado por la empatía, la humildad y su inquebrantable dedicación a la humanidad. Mientras tanto, millones de corazones en todo el mundo esperan noticias alentadoras sobre su salud.