En un sombrío descubrimiento que refleja la compleja realidad de la violencia en México, autoridades localizaron 12 osamentas humanas en fosas clandestinas en el municipio de Ascensión, Chihuahua, cerca de la frontera con Estados Unidos. Este hallazgo, realizado durante tres días de intensos trabajos periciales, incluyó casquillos de varios calibres, evidencia de la brutalidad que caracteriza esta región controlada por el crimen organizado.
La fiscalía estatal detalló que la primera fosa fue descubierta gracias a labores de inteligencia. El área de búsqueda se amplió al encontrar más enterramientos, sumando un total de once fosas que contenían restos óseos e indicios balísticos. Todos los elementos recuperados han sido trasladados a Ciudad Juárez para un análisis detallado que permita determinar identidades, fechas y causas de muerte.
Esta región, ubicada en el epicentro de operaciones de grupos criminales dedicados al tráfico de drogas, armas y personas, ha sido escenario de desapariciones masivas y violencia sistemática. Según datos del gobierno federal, más de 120 mil personas están desaparecidas en México, con casi 4 mil de estos casos registrados en Chihuahua. La mayoría de estas desapariciones ocurrieron desde 2006, año en que el país entró en una escalada de violencia sin precedentes.
El hallazgo de estas fosas es un recordatorio contundente de la crisis de derechos humanos y seguridad que enfrenta el país. Cada osamenta recuperada representa una historia silenciada, una familia rota, y una deuda pendiente con la justicia.
Mientras los análisis forenses avanzan, el mensaje es claro: las víctimas no deben ser olvidadas. En medio del silencio impuesto por el miedo, estos hallazgos claman por respuestas y acciones contundentes. El descubrimiento en Ascensión no solo es evidencia de los horrores del crimen organizado, sino también un llamado a la memoria colectiva y a la esperanza de que algún día se logre justicia para quienes han sido arrebatados de sus seres queridos.